Relato de un Carro Ford
Bah! ¿Qué está pasando ahora?
Hace 28 años llegué a Temuco a servir a unos bomberos que no conocía, a calles completamente diferentes a mi comuna. Sí, a las de la Reina donde trabajé codo a codo con los sextinos.
Ellos sí me querían. Me mantenían ordenado y reluciente. No sé qué paso…
De allí me mandaron a un lugar mucho más frío: Coyhaique. ¿Estaré muy viejo que voy de casa en casa sin tener un destino?
¿Saben? Uno sufre igual que las personas. Mientras más tiempo pasa, menos te quieren.
Hoy desperté una vez más en el patio de mi última Compañía a la que serviría, pues me consideran viejo, y la verdad es que estoy botado.Lo único que me hacia merecedor de ser un carro de bomberos era una leyenda que escribieron en mí: “Unidad de transporte y escalas”.
De repente llegaron a mirarme dos bomberos. Que estaré viejo, pero aunque no tanto, porque recién estoy cumpliendo 41 años. Y como un amigo mío decía: “cuando pierda la memoria, ahí voy a estar viejo”. En verdad no los conocía. Me dijeron eran el Capitán y el Maquinista de la Sexta y que me llevarían a mi casa. La verdad me pareció extraño, porque el Capitán y el Maquinista, que yo me acuerde, eran otros. Además, ¿A mi casa? No les creo. Mi casa está muy lejos, en Santiago, en la Comuna de la Reina, en Echeñique, Parcela 79-D, en la Plaza Ossandón.
Me miraron por todos lados y se fueron al paso de unos pocos días. Yo estaba arriba de un camión. ¿A dónde me llevarán? ¿ A un cementerio de chatarras? No sé. Estoy intranquilo. ¿Será este mi final? Una larga travesía comenzaría…
Primero, en un transbordador. Luego, continuando el recorrido incierto, ¿Qué van hacer conmigo? ¿Sería verdad esa visita de los bomberos de la Reina? No lo sé…
Al cabo de unos días de viajar por la carretera, tenía claro que íbamos hacia el norte. Pasé por Temuco. ¡Ahora no me quiero bajar! ¡Sigue por favor! Pasamos por Concepción, luego Chillán y Rancagua. ¡Sigue! ¡No pares!, pensaba yo. Entramos a la Región Metropolitana y llegamos a San Bernardo. El camión que me traía se estacionó.
¿Viviré ahora en San Bernardo? No sé, pero entre lo que alcancé a divisar, creo haber visto al que me dijo que era el maquinista de la Sexta. “Edmundo” creo que se llamaba.
De repente, me sentí observado en mis ruedas. Sentí algo. ¡Sí! ¡Era verdad lo que decían esos bomberos que me fueron a ver a Coyhaique! Estaban allí. ¡Mi Maquinista Juanito! ¡Cómo te extrañe! ¡El Soza! ¿Con pelo blanco? ¡El leo Cabezas! ¡Vámonos, vámonos Mi Maquinista! Condúceme a mi casa como lo hacías. Extraño el “¡ACHÍCATE PERRITO!”
¡Ya chiquillos! No esperemos más. ¡Mira! Está carro de la Sexta que me vino a escoltar. Es de Agua y Rescate. ¡Vámonos, que quiero conocer al otro gringo que está en la Sexta!
¡La autopista de Vespucio! ¡Vamos Juanito! ¡Tenemos que llegar!
Al tiempo de andar con mi Maquinista Juanito, llegando a Grecia, me sentí cansado. Hace años que no recorría tantos kilómetros. Descansemos un poco, que vengo echando un poco de humo.
Descansamos y al rato seguimos. Estoy ansioso. El Soza me va a conducir ahora “legalmente” ¡Ssshhhh! No le cuenten a nadie. ¡Miren! Está el carro de la Segunda. Me vinieron a recibir al camino. Otro gringo. ¡Gracias hermanos segundinos!
Vamos por Américo Vespucio. Av. Larraín Uuuuffff ¡Cómo creció esta calle! Hospital Militar: Oh! está nuevecito. Academia de Guerra, Echeñique. ¡Suéltame Soza que aquí sé llegar solito! Mi plaza Ossandon. ¡Me están esperando! Me tocan las sirenas. Hay un puente armado para que pase como un gran Gladiador.
HE VUELTO A MI CASA, MI HOGAR.
GRACIAS HERMANOS SEXTINOS.