Madreselvas 1962 – La Noche más larga en la Historia del Cuerpo
El resplandor de la hoguera que iluminaba el corazón del territorio protegido por el joven Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, era visible desde todo punto del Santiago de 1962 y rápidamente arrancó de sus Seis Cuarteles, el aullido reaccionario y primordial de sus pailas de alerta, que en valiosos minutos de apurada despedida arrancaron decidido a todo Bombero Ñuñoíno del seno de sus hogares, del abrazo de sus madres y mujeres, abnegados, tenácez, arrojados a la aventura incierta del Incendio tras la huella reciente de un Portaescalas, dos Bombas y casi quince Guardianes que decididos y sin retroceso, daban al fuego y la amenaza sus primeros golpes heroicos en titánica lucha, al inicio de la noche más larga en la historia del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
Siendo las 01:02 horas del viernes 14 de Diciembre de 1962, se daba la primera alarma de fuego en la esquina de calle Madreselvas y Av. Macul, alertada la operadora de turno ante las informaciones de un incendio al interior de la fábrica de artículos para el calzado “ARTICAL”, atiborrada por tambores de acetona y otros solventes, combustibles e infinidad de material y líquidos inflamables, haciendo de la escena un complejo y peligroso frente del deber asumido a voluntad, siendo prontamente despachadas las Compañías: Primera, Segunda y Quinta.
Aún tras el efectivo y valeroso avance de los pitones tras la rápida y enajenada acción de acceder de la Compañía de Escalas, la violencia de la situación, ya delicada a esas alturas, imponía al Comandante Guerra el despacho de la totalidad del creciente Cuerpo, declarando la alarma general y el arribo de las Compañías: Tercera, Cuarta y Sexta, conformando raudamente dos frentes de encarnizado ataque al fuego que amenazaba con extender su destrucción por la inmensa radiación a las propiedades vecinas.
En pocos minutos se lograba así la penetración de los primeros pitones de espuma de la Cuarta y Segunda Compañías (esta última unidad mixta por esos años), logrando con esto y en corto lapso el control de las llamas emanadas del disperso solvente que inundaba el recinto, permitiendo un normal control del Incendio.
Mientras tanto y cuando algunas Compañías ya emprendían la retirada, hombres de la Segunda y Sexta comenzaban su acostumbrado proceso de remoción de escombros, coordinados en el mancomunado esfuerzo último por despejar de humeantes tambores el consumido lugar, cuando de pronto y sin previo aviso una llama pequeña avanzó desde el exterior, inexplicable, infame e tenuemente iluminada, inflamando mortalmente el gasificado recinto y tragando entre su violencia ardiente una veintena de cuerpos tiznados de los hombres de Escalas del Cuerpo, quienes en desesperados y casi eternos segundos, se escabulleron, escaparon y rescataron entre sí, en el acto más sublime de mancomunión y pronto salvataje enfrentado hasta entonces por ambas unidades especialistas.
Cuerpos encendidos, uniformes fundidos en la piel, hombres quemándose para sofocar ardores ajenos, nacidos por segunda vez de entre los barrotes de su casi trágica condena, descontrol, miedo, reorganización, mando y avanzar… ACCEDER Y SALVAR!!
Las armadas de vuelta, rehaciéndose, eficaces aún a la carrera.
Y entre las nuevas llamas, dos cuerpos, caídos, inmolados, inertes.
Faltan dos Segundinos! falta Silvio!… falta Jorge, el nuevo!
El traslado acelerado de los heridos, los gravísimos heridos, Bomberos de Escalas todos, el rescate de los cuerpos, los que se murieron, los que nunca más veremos luchar.
Silvio Guerrero Mutinelli, el ex Capitán, honorario, audaz y valiente, 33 años, padre y esposo.
Jorge Batiste Aleu, el recién ingresado hermano de Ramón, estudioso, esforzado y soñador de un mundo que recién empezaba a proteger y conocer, tan solo 17 años.
Las graves heridas de Luis Bernardín Orellana, el Guardián Nocturno de 23 años, lo doblegaron cuatro meses después uniéndolo a los demás Mártires del ’62 y dejando entre nosotros a verdaderos sobrevivientes y testigos de la tragedia más grande en la historia del Cuerpo, hombres como el Segundino Sergio Riquelme y el Sextino José Urzúa, cuyos cuerpos marcados por el fuego son sin duda alguna su eterno y lastimoso recuerdo de la noche más dura de sus experimentadas vidas.
La Bomba La Reina rinde sincero y emotivo homenaje a los mártires del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, en el Cincuentenario de su muerte en cumplimiento del deber y a la eterna pérdida de su hermana de ideal, la Segunda Compañía, recordando la hora fatídica en que fuesen ambas especialistas de Escalas & Salvamento puestas a prueba en lamentables segundos de tragedia, derrotados por primera y única vez en esta guerra interminable y antigua que nos une empuñando hachas a la vanguardia del Peligro y el inclaudicable avance, que nuestra Especialidad (peligrosa y primordial, temeraria, exigente y a veces ingrata), exige de nuestras generaciones en demanda de su altruismo heroico y ejemplar.