Jorge Pérez Aravena «El Monito», un célebre bombero sextino
Por largo tiempo desde su triste e inesperado fallecimiento el 17 de febrero del año 2000 al asistir a la Compañía e ingresar a la Sala de Sesiones, me encuentro con diferentes retratos desde el fundador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa junto a uno de los más destacados Voluntarios de la Institución y también fundador de nuestra Compañía, acompañados de aquellos retratos de ex Voluntarios de la Sexta Compañía cuyo destino les llevo a presentarse antes que nosotros al Todopoderoso. Dentro de ellos resurge aquel de Jorge Pérez Aravena alias el «Monito«, cuya trayectoria nunca fue ampliamente mencionada ni menos destacada en el ámbito de la Compañía a la cual perteneció por más de 35 años.
A Jorge el «Monito» le conocí por el año 1969 cuando a mis 18 años recién ingresaba a las filas de la Sexta Compañía, donde al poco tiempo transcurrido me correspondió ser miembro de una Guardia Nocturna, que en aquellos años obviamente no contaba con todas las comodidades actuales y donde pernoctaban tres Voluntarios que era su capacidad máxima. En aquella ocasión al margen del suscrito, el «Monito» e Iván Velastini alias el «Cazuela» primera antigüedad, quienes en el tiempo que compartimos esa Guardia Nocturna, sus carencias y el agua fría de una ducha alimentada con un calefón de capacidad limitada que alcanzaba para los 2 primeros en tomarla, me enseñaron a ser bombero de verdad, a enfrentar con el limitado material menor vigente que a esa fecha portaba nuestro Carro Portaescalas, los innumerables y diferentes tipos de actos que ocurrían en la soledad de la noche y a los cuales nos enfrentábamos en muchas oportunidades solos, por cuanto no todos nuestros camaradas Voluntarios poseían vehículo para transportarse ni contaban con equipos de radio lo que hacía imposible mantener comunicaciones eficientes, a no ser que la Paila del Cuartel les despertara y los sacara de la tranquilidad de sus hogares a hacer frente a un gran Incendio, las historias escritas con la soledad de las noches y en los actos de servicio fueron muchas, constituyéndose cada uno de ellos en mi guía en los primeros pasos dado en mi trayectoria bomberil, lo que sin duda agradezco y no olvido hasta el día de hoy.
Jorge, era un hombre casado no mayor de 30 años de edad cuando ingrese como Voluntario, que gustaba de jugar fútbol y volleyball, no siendo una estrella era uno de los que acostumbraba a estar presente en cada una de estas actividades cuando se le invitaba, destacándose en el caso del fútbol o baby fútbol por ser un encarnizado rival a quien le denominaban «zapatitos con sangre», en clara alusión a que pasaba la pelota pero no el jugador, lo que implicaba no contar con él todo el partido por cuanto muchas veces fue expulsado.
En el aspecto bomberil era un Voluntario todo terreno, cuando le correspondía acudir a algún acto de servicio su predilección era destechar, lo que le valió en más de alguna ocasión un percance. Al margen le llamaban la atención y mantención de los carros, atendiendo el Carro Portaescalas Tobalaba de la época y posteriores, su motor y su material. Fue así que en razón de estas cualidades en varias oportunidades ocupó el cargo de Maquinista, demostrando sus conocimientos y entregando su mayor preocupación por su Maquina, aspectos que resaltaron su figura y lo llevaron a calificarlo como un «buen» Maquinista.
Con Jorge construimos a pesar de la diferencia de edades, una amistad singular que me llevo por primera vez a aceptar ser el padrino de bautizo de su hijo mayor Jorgito, solicitud que si bien es cierto no asimile del todo con la responsabilidad que ello conllevaba, me brindó alegría por cuanto no solo me hacía asumir otros compromisos en mi formación personal sino que además se originaba una amistad nacida al amparo del servicio bomberil, al que tanto ambos amamos y respetamos.
Con el tiempo y por diversas circunstancias que nos lleva la vida, esta amistad no se fue profundizando a pesar de mantenerse apaciblemente con respeto a través del tiempo, no obstante la época en que la compartimos la aprecié y valoré no desnaturalizándola jamás, no obstante el silencio y la reserva.
A los 58 años de edad fallece de un Paro Cardíaco, cuya muerte nos golpeo fuertemente a quienes en ese entonces éramos sus camaradas y amigos de la Sexta, debiendo asumir el dolor de su repentina partida. Con su muerte se fue una buena persona y un mejor bombero de aquellos que sobresalían en un tiempo en que no existía la modernidad tecnológica actual para enfrentar los siniestros, convirtiéndolo de alguna forma en un bombero de élite, donde quienes ingresaron posteriormente a las filas de la Sexta Compañia hubieran deseado conocer.
Al escribir estas líneas, no solo pretendo dar a conocer a los jóvenes Voluntarios Sextinos a un célebre Voluntario que en cada oportunidad en que sesionamos, nos guarda la espalda y cuyo espíritu se hace presente en la sala protegiéndonos desde el lugar que habita en su gloria, sino además estimular en la memoria de quienes le conocieron y compartieron tantas veladas con él, la evocación de su persona y el respeto de su imagen, expresiones que se las gano ampliamente.
Les invito a que el día de mañana cuando vuelvan a ingresar a la Sala de Sesiones depositaria de su retrato, observen a quien en vida era Jorge Pérez Aravena «el Monito«, cuya imagen evocara esta breve y respetuosa reseña de su persona, y a los antiguos a hacer remembranza de su figura guardándole un reverente y discreto homenaje como» Sextinos de corazón», concepto breve que expresa la identidad de un sentimiento no siempre utilizado en forma oportuna ni justiciera, siendo el olvido una realidad periódica y egoísta en un mundo que nos convierte cada día más indiferentes e insensibles.
¡Jorge, amigo, con humildad y respeto!