Firme el Ñuñoíno!
Cuantas profesiones puede tener un hombre en su vida, cuantas facetas puede este siquiera encarnar, o cuantas de sus obras pueden ser para el mundo imperecederas, relevantes y eternas?
En el ejemplo del Bombero Ried Silva, el Viejo Comandante, todas, todas las que el ímpetu del hombre le demanden, solo la muerte puede quitar al hombre la capacidad de seguir creando en torno al ideal, y una vez que este silencio eterno clama por su espíritu, es su legado y la vida del resto junto a este lo que transforma a los hombres del pasado en los ejemplos del presente.
A ochenta años de haber dado vigorosa vida al Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, la Sexta Compañía “Alberto Ried Silva” – Bomba La Reina, recuerda al Fundador y Primer Comandante de la Institución un 5 de Mayo, en un nuevo aniversario de su muerte.
Ícono trascendente del bomberismo chileno heredó en la sangre misma la flama altruista de la lucha solidaria contra la desventura y el peligro, nieto del médico y compositor musical Alemán y Fundador de la 2ª Cia. del primordial Cuerpo de Bomberos de Valparaíso Don Aquinas Ried, quien siendo Comandante de este, sacrificó el resguardo de su propia vivienda arrasada por las llamas a fin de apostar los esfuerzos del Cuerpo en la protección de otros sectores más relevantes para el funcionamiento del puerto, tras el bombardeo español de 1866 quedando literalmente en la calle, e hijo del Fundador de la 5ª Cia. de Bomberos de Santiago, Don Gustavo Ried quien a cargo de esta en el dantesco incendio del polvorín de artillería que afectó al Ejército en 1880 y que amenazaba con volar todo el arsenal necesario para lograr las victorias de las campañas de Arica y Tacna, así como gran parte del centro de Santiago, ordenó a los suyos al grito de Firme la Quinta! permanecer en sus puestos de lucha sin retroceso alguno, arenga que permitió a las bombas de entonces doblegar al fuego salvando gran parte de la necesaria munición, que terminó por posibilitar el avance de las tropas hacia el triunfo en la Guerra del Pacífico.
Con esa misma y esperada humanidad heroica en sus venas ingresaba a las filas de su padre a la edad de 18 años, el 8 de diciembre de 1902, siendo Ayudante, Maquinista y Teniente 2°, destacándose en los incendios ocurridos después del terremoto de Valparaíso en 1906, fanático Quintino hasta que en 1911 comienza una década de viajes por Norte América y Europa, desempeñándose como corresponsal del Diario la Nación en su brillante calidad de escritor y periodista, encomendado a estudiar los procesos modernos de producción del vidrio en su calidad de químico industrial, Cónsul en Francia de Arturo Alessandri como un brillante diplomático y ante todo Bombero Voluntario, y en esas correrías rechazando incluso en momentos de necesidad económica, la oportunidad de prestar sus servicios en el Departamento de Bomberos de Nueva York ante la premisa de que el servicio a los demás, debe hacerse solo sin esperar recompensa alguna.
Un problema disciplinario, lo obliga a renunciar a su Compañía, el 16 de junio de 1924, reincorporándose el 16 de mayo de 1936, solo tras haber dado forma a su mayor empresa, el hoy añoso y maduro Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, ideal que demandó hasta el último de sus desvelos y que consiguió aglutinando la gestión decidida y valiosa de un puñado de sus más fieles amigos y colaboradores, quienes lucharon contra la difícil situación económica de los ‘30s y la falta de recursos para dar forma a la Institución que hoy sólida, moderna y de gran reputación en el país y el extranjero, se encuentra a la vanguardia de la respuesta en la emergencia.
Solo la pasión por crear, innovar y ver prosperar un anhelo o sueño dan al espíritu el impulso necesario para llevar las obras a su nacimiento, solo quienes sienten que para el hombre no hay limitancia capaz de aplacar el progreso de sus ideas altruistas más aún, cuando estas tienen como fin el bien del mundo entero doblegando incluso la más dura adversidad, son quienes hacen posible que la humanidad toda desprenda de vez en cuando valiosas muestras de lo mejor de sí, haciendo que incluso hoy y en un mundo cada vez más incomprensible y a veces injusto y cruel, esta misma humanidad imperfecta nos parezca valiosa y sagrada, digna de arriesgar todo en nosotros por tan solo una parte de esta, en defensa y protección de la vida de cada ser y la amada tierra que nos cobija, tan solo en esa pasión por defender nuestras propias creencias de lo que es tan justo, incluso para morir en el intento, es posible volvernos creadores motores de este mundo, tal como Alberto el Artista y Escultor, tal como el joven Voluntario Ried, quien nunca retrocedió Firme! desde su puesto en el fragor, tal como el viejo y hoy 5 de Mayo, fallecido Primerino Ñuñoíno, ese eterno Casco Blanco vigilante del incendio, El Comandante Alberto Ried Silva.